jueves, 21 de abril de 2011

Ambiente con olor a feria en La Asunción

Un olor a especias aromatiza las calles de La Asunción. Allí, a los alrededores del templo, se observan mostradores con dulces típicos elaborados por manos asuntinas.
No falta la mujer arrugada sentada frente a su mesa repleta de cocorrones, pan de leche, conserva de coco y piñonate. A viva voz ofrece su mercancía. Ella ni se distingue. Solo un reflejo de luz ilumina su frente fruncida marcada por la vejez.
A unos pasos se encuentra el cotufero. “¿A cuánto la cotufa?”, grita un hombre asomado desde la ventana de su carro. “A cinco”, responde el comerciante.
Frente a él, un niño de piel morena con un billete entre sus pequeñas manos. Luce elegantemente vestido con camisa morada y pantalón oscuro. Y su cabello parece moldeado con precisión. No tiene apuros. Sus ojos miran atentamente cómo se forman las palomitas de maíz.
Las risas de los pequeños se mezclan entre el murmullo de los adultos que allí están. Se ven contentos mientras corren y juegan entre la multitud. Van de lado a lado, uno tras otro. Cruzan la acera hasta llegar al vendedor de algodón de azúcar. El hombre los atiende con amabilidad, al mismo tiempo que da vuelta a una fina varilla de madera para crear la suave golosina con su característico color rosa.
Los inflables parecen volar entre la gente. Una mesa -de no más de dos metros de ancho y largo- está copada con muñecos y sencillos juguetes infantiles. Los chiquillos no dudan en acercarse y curiosear. Sus rostros evidencian emoción con cada pieza que descubren en el improvisado puesto.
Un perfume primaveral se intensifica con la cercanía al templo. La frescura de flores naturales se olfatea con solo detenerse en las puertas del santuario. No está solitario. Algunas personas se distinguen en el interior de la Catedral.
El rocío de la lluvia trae consigo a un peregrino. En medio de la oscura noche se observa a un hombre vestido de morado que camina descalzo por la carretera. Gotas de sudor sobresaltan en su frente. Ni siquiera la suave lluvia interrumpe su paso. Al llegar a la plaza Bolívar de La Asunción, se pierde entre la multitud.
Es costumbre que las familias asuntinas se congreguen a los alrededores de la Catedral de La Asunción para vivir el popular ambiente festivo de la Semana Santa.
Cada Miércoles Santo se realiza esta celebración para honrar a Jesús Nazareno, patrono de la capital de Nueva Esparta.
Esta sagrada imagen es una de las más veneradas en Venezuela. Miles de feligreses se movilizan de todas partes del país para participar en las tradicionales fiestas patronales que tienen décadas efectuándose.





LELIUSCRIS CISNEROS/Redaccion Sol/Vida de Hoy
Fotos Tanya Millán

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