
Con un rastrillo y guantes en las manos, ambos hombres recorren los 2.200 metros de longitud que tiene esta playa. Con paso lento y observador, caminan entre las conchas depositadas en la arena y recogen cualquier desperdicio que se les atraviesa. “Cada día llenamos hasta 18 sacos de desperdicios sólidos. Y después de las nueve de la mañana recogemos las algas que están en la orilla”.
Vicente tiene 60 años y desde hace siete es el encargado, junto a su papá Jesús, de mantener limpio este característico lugar, en donde los margariteños pueden aislarse de la cotidianidad y hacer un poco de ejercicio a la orilla de la playa; ya que todos los días el acceso a los carros es restringido desde las seis hasta las 10 de la mañana y de cinco a siete de la noche.
“Venimos todos los días para acá y no tenemos horario. Llegamos bien tempranito y nos vamos después de las nueve de la mañana. Cuando terminemos de recoger lo que veamos en el día”, comenta Vicente, quien antes trabajaba en la rama de la construcción, pero se enteró de que en el Instituto de Mejoramiento Ambiental del estado Nueva Esparta (Irmane) estaba buscando personal para cuidar la playa y él se postuló.
“Un día me acerqué y me aceptaron en período de prueba. Pero al parecer fui bueno porque sigo aquí”, agrega con una amplia
sonrisa.
El sol calienta y todavía Vicente está contribuyendo al mantenimiento de este espacio verde. “Me gusta limpiar La Caracola. Recogemos botellas plásticas, desperdicios sólidos y objetos que trae la marea. Es muy importante mantenerla limpia porque la basura es lo que más afea. Y ecológicamente es algo maravilloso. La gente pasa y nos felicita. Eso nos da ánimo porque vemos que estamos haciendo una buena labor”.
UNA LABOR FAMILIAR
Jesús es un personaje emblemático del lugar. Todo el mundo lo saluda y él devuelve el saludo con una sonrisa, un chiste o un piropo. Tiene 87 años y afirma que su trabajo es lo que lo mantiene vivo. “Me encanta el ambiente de trabajo. Es muy tranquilo y relajante. Si yo no vengo a limpiar me muero porque esto es lo que me mantiene activo. Cada vez que vengo me siento más ligero”.
Esta simpatía que lo caracteriza se difumina cuando Jesús ve que alguien bota basura en el suelo. “La gente lo hace porque es mala y floja. En vez de venir y limpiar la playa, vienen a botar basura para acá. Traen porcelanas, pañales… de todo. Yo les hecho su peleíto porque esto nos interesa a todos. Dejen su basura en su casa. Para acá vienen muchos turistas y gente a distraerse, no vienen a ver basura”, asevera Jesús.
Además de Vicente y Jesús, más miembros de la familia González ayudan con esta iniciativa de conservación. Mireya Suárez (esposa de Vicente), Vicente y Abigaíl (hijos de Jesús), y Ken Martínez, esposo de Abigaíl, van de vez en cuando a “echarle una manito” a la playa.
Hay muchas personas que se preocupan por el ambiente; pero no saben cómo contribuir con la conservación de la naturaleza. Vicente y Jesús aseguran que “hay mucho por hacer, lo que hay es que activarse. Tan sólo con no echar basura en la calle sino en los pipotes, es un gran aporte. Entre todos podemos mantener limpio el ambiente”.
KARINA TORRES MOTA/redacción Sol/ Vida de Hoy
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